Como no podemos poner imágenes de las clases, vamos a poner imágenes de gatos |
Vienen l@s chic@s; como casi siempre me pillan atendiendo a alguien en la sala, ultimando algún trámite de última hora o preparando los ordenadores para la sesión. Hay días que se cumple el refranero y no por mucho madrugar amanece más temprano, quizás otros día sí. La comitiva la encabeza Cristina, de piernas más ágiles y con el ímpetu que dan los años mozos me zampa dos besos que suenan como una pedrada en un postigo; los acompaña de una sonrisa de oreja a oreja que haría sonrojarse al mismo Risto Mejide. Tú SÍ que vales Cristina, una jartá. A continuación un reguero de risas, buenos gestos y mejores intenciones: Pedro, el último fichaje, amable, poderoso y creativo con su saludo hip-hopero de lo más original; Alberto, omnipotente y bonachón, Corazón de León, rey del Hama Bead y gurú de las manualidades; Araceli, diligente, educada, respetuosa, geeeenuiina; Encarni, afectiva, dulce, voluble según el contexto pero siempre esforzada, cariñosa y 'sentida', un río de gloria para quien disfruta de su compañía. Quién me queda, mmm, ¡Antonio! ¡Qué crack! Como termina los textos, como agacha la cabeza y de manera pertinaz aporrea teclas hasta formar las palabras que le llevarán a disfrutar del Valhalla que comienza a las 12:40 H, cuando la clase guarda los aperos del editor de textos y se dispone a hurgar en el repositorio de vídeos de Youtube: canciones ochenteras, grupos recónditos de la movida madrileña, personajes afamados, partidos de fútbol, etc.
Las fotos de gatos siempre molan |
Acompañado de este séquito aparece la figura del monitor, del educador total: Rafa, Rafael para los despistados; adalid de desvalidos, Don Quijote de los Sancho Panzas; con paso templado pero firme con el que avanza por el pasillo, dando confianza al grupo, aparentemente despistado con el móvil, mas siempre atento en todo momento a la jugada. De estilo a caballo entre punk-rock y surfer, genuino, y muy fino, no deja frase sin hilar, no empeña esfuerzo baladí en su diálogo, irónico pero nunca cáustico, seguro de sí mismo, éste nunca dirá "lo siento, me he equivocado, no volverá a pasar"; sus acompañantes de furgoneta tienen en él una figura respetable, que sabe imponerse con carácter regio pero dialogante, un referente de pro.
La clase discurre en un ambiente ameno, con chanzas entre el corrillo interno y con los otros usuarios que aleatoriamente pululan y acampan por el aula. Los monitores se relajan y los chavales de la residencia llevan a cabo la dualidad formación/dinamización a través del ordenador a lo largo de la sesión. La hora pasa rápido, despedida con besos y palmotadas, los mejores deseos y la promesa de un nuevo encuentro pasadas siete lunas.
Así me he quedado cuando he terminado el artículo |
Breve, este ratito se antoja muy breve. Alegra saber que este bonito proyecto de colaboración entre entidades que surgiera hace varios años atrás haya germinado y florecido, y que no atiende a sequías ni desvaríos. Buenos monitores para buenos colegiales, y yo, afortunado,
en medio una hora a la semana. Bien por ellos. Bien por ser un gran grupo. A veces las cosas buenas suceden a las personas que se las merecen, aunque sólo sea a veces.
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